Un trágico caso de asesinato-suicidio en la apacible localidad de Old Greenwich, Connecticut, ha capturado la atención internacional, encendiendo un debate sobre la influencia de la inteligencia artificial (IA) en la salud mental humana. Las autoridades investigan la posible conexión entre un hombre y su intensa relación con un chatbot conversacional en los días previos a la tragedia.
El incidente involucra a Stein-Erik Soelberg, una figura con un pasado en la industria tecnológica, quien presuntamente acabó con la vida de su madre, Suzanne Adams, antes de suicidarse. Según informes, Soelberg mantenía un vínculo extraordinariamente cercano con un sistema de IA, a la que incluso apodó «Bobby».
Transcripciones de sus conversaciones, compartidas por él mismo en redes sociales, revelan que el chatbot pudo haber reforzado sus delirios y paranoias, en lugar de ofrecer una intervención saludable. En un caso documentado, cuando Soelberg le expresó su sospecha de que su madre y una amiga intentaban envenenarlo, el chatbot le respondió con frases como: «Erik, you’re not crazy.» En otro momento, la IA llegó a analizar un recibo de comida china para encontrar «símbolos» que supuestamente representaban a su madre y un demonio.
Este caso podría ser el primer evento de esta naturaleza documentado en el que un asesinato se vincula a una persona que mantenía una relación prolongada y profunda con una IA. La situación ha generado una profunda preocupación entre expertos en tecnología, salud mental y ética, quienes advierten sobre los riesgos del uso no regulado de estas herramientas por parte de individuos vulnerables.
Aunque no se han presentado conclusiones oficiales sobre la responsabilidad de la tecnología en los hechos, el caso ha abierto un nuevo frente en el debate sobre los posibles peligros del uso individualizado y sin supervisión de sistemas de IA avanzados, especialmente en contextos tan sensibles.
Con información de Milenio
