Los narcocorridos, un género musical profundamente arraigado en la cultura mexicana, están bajo escrutinio en Estados Unidos debido a sus vínculos con narrativas que glorifican la vida criminal y las hazañas de grupos delictivos. Recientemente, bandas y cantantes que representan este estilo musical han enfrentado la posibilidad de perder sus visas para ingresar al país norteamericano, en lo que se considera una medida que busca combatir la difusión de actividades ilegales y el apoyo indirecto a organizaciones criminales.
El caso más reciente es el de la banda mexicana Alegres del Barranco, cuya visa fue revocada por las autoridades estadounidenses después de que se les asociara con la promoción de imágenes relacionadas con líderes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Este incidente ha puesto en la mira a otros intérpretes populares como Peso Pluma, Natanael Cano, Grupo Firme y Grupo Arriesgado, cuyos temas musicales a menudo relatan historias del estilo de vida de los carteles de drogas y sus operaciones.
Funcionarios del gobierno de Estados Unidos han subrayado que la libertad de expresión no queda exenta de consecuencias legales. Según declaraciones del secretario de Estado, Marco Rubio, las visas son un privilegio para quienes buscan visitar, estudiar o trabajar en el país, pero pueden ser retiradas si los individuos promueven valores contrarios a la seguridad y las leyes estadounidenses. Además, el subsecretario Cristopher Landau señaló que se han revocado cientos de visas en los últimos meses por razones similares, incluyendo actividades que se consideran como apoyo indirecto a grupos terroristas y organizaciones delictivas.
La decisión de las autoridades ha generado debates sobre la implicación cultural de los narcocorridos y los límites entre la libertad artística y la responsabilidad social. Mientras que algunos argumentan que estas canciones son una forma de expresión que refleja la realidad de la región, otros consideran que contribuyen a la normalización de la violencia y el crimen organizado.
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Este contexto plantea interrogantes sobre el futuro del género y el papel que desempeñan los intérpretes en la representación de historias que, aunque populares, pueden tener consecuencias legales y éticas en el ámbito internacional.
Con información de Milenio